AGENDA ORIENTAL, SANTO DOMINGO-Rafael Leonidas Trujillo gobernó República Dominicana durante 31 años con mano dura e intermediarios. La represión contra la oposición nacional e internacional acabó por aislar al régimen y alimentó el descontento, que dio lugar a su asesinato por siete rebeldes.
El siglo XIX para la entonces colonia de Santo Domingo fue de inestabilidad, autoritarismos y lucha por su independencia. Tras conseguirla en 1821, la mitad oriental de la isla caribeña de La Española pronto quedó bajo el dominio del vecino Haití hasta 1844, cuando se proclamó la República Dominicana. Sin embargo, con base en la doctrina Monroe, Estados Unidos buscó controlar su economía hasta consolidarlo a principios del siglo XX con el presidente Theodore Roosevelt, que defendía el derecho de intervención en los países latinoamericanos y caribeños para garantizar el pago de sus deudas.
Con el fin de proteger sus intereses y evitar una invasión europea, Estados Unidos decidió hacerlo en 1916. Pero la ocupación agravó las desigualdades sociales, fomentó la inmigración haitiana hacia República Dominicana y elevó dentro del Ejército a Rafael Leónidas Trujillo, quien desde 1930 impondría una dictadura hasta su asesinato el 30 de mayo de 1961.
La era de Trujillo
Rafael Leonidas Trujillo había nacido en la ciudad de San Cristóbal en 1891. En 1918 se unió a la Guardia Nacional, un nuevo cuerpo de seguridad que Washington promovía por distintos países de la región. Esta institución sirvió como trampolín a Trujillo, quien para 1930 ya era jefe del Estado Mayor y el militar más influyente del país.
Ante la posibilidad de que el entonces presidente Horacio Vásquez prolongara su mandato fuera de la Constitución, el ministro Rafael Estrella Ureña planeó un golpe de Estado con la connivencia de Trujillo. El cambio en la política exterior estadounidense con el presidente Herbert Hoover, que rechazaba el intervencionismo en Latinoamérica, benefició al propio Trujillo, que llegó al poder con unas elecciones marcadas por la intimidación.
La era de Trujillo, con un primer gobierno hasta 1938, se caracterizó por el nacionalismo y el culto a su personalidad. Disolvió los partidos tradicionales y en 1937 ordenó asesinar a unos 12.000 haitianos en la masacre de Perejil. En medio de la censura, el hostigamiento y las violaciones de derechos humanos, esta política antihaitiana y racista le llevó a aceptar refugiados judíos de Europa y españoles republicanos. Si bien después trató de mantener una apariencia democrática, permitiendo otros partidos y cediendo la presidencia de 1938 a 1942 y desde 1952, Trujillo mantuvo el poder efectivo hasta su muerte.
La muerte del dictador: resistencia interior y oposición en el extranjero
El descontento social por las desigualdades, la corrupción y la falta de libertades desembocó en movimientos de resistencia, como el intento de golpe militar de 1959 o el posterior Movimiento 14J. Frente a este panorama, Trujillo reprimió asesinando, entre otras, a símbolos de la oposición como las hermanas Mirabal en 1960.
Ese mismo año cambió la imagen exterior del régimen, con el intento de asesinato encargado por Trujillo contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt, quien apoyaba a la oposición dominicana. El anticomunismo del dictador no evitó que Estados Unidos, con Cuba en la retina y temiendo otra revolución de estilo castrista, empezara a ser partidario del cambio.
Finalmente, mientras iba por carretera en la noche del 30 de mayo de 1961, siete rebeldes, entre miembros, emboscaron el coche de Trujillo y lo acribillaron. Entre los conspiradores había miembros de las fuerzas armadas dominicanas y antiguos colaboradores. El hijo de Trujillo, Ramfis, volvió al país y mandó ejecutar a los rebeldes, pero un levantamiento militar en noviembre acabó con el régimen familiar.
Estados Unidos, protector del orden
El colaborador y vicepresidente con Trujillo, Joaquín Balaguer, quedó como el hombre fuerte, y con el favor estadounidense por su anticomunismo prometió elecciones libres. El nuevo presidente desde 1962, Juan Bosch, personificó las esperanzas democráticas del país, pero se vieron truncadas al año siguiente por un golpe de Estado de las élites conservadoras. En 1965 estalló otra rebelión militar que pretendía restituir a Bosch, lo que condujo a una breve guerra civil.
La Administración de Lyndon B. Johnson, temerosa de otro caso cubano, decretó la intervención de 42.000 soldados estadounidenses para restaurar el orden. El Gobierno provisional convocó entonces unas nuevas elecciones. Balaguer, elegido sobre Bosch, mantuvo el poder de 1966 a 1978 y de 1986 a 1996, al principio con una democracia restringida que empezaría a abrirse con Antonio Guzmán desde 1978.