AGENDA ORIENTAL, SANTO DOMINGO
Por: Julio César García Mazara, MA
La tasa de cambio del dólar, que alcanzó un promedio de 61.32 pesos por dólar a finales de 2024, refleja una depreciación acumulada del 5% en un contexto global marcado por la incertidumbre económica. Aunque las autoridades dominicanas habían anticipado este aumento, la realidad es que este fenómeno sigue afectando varios sectores de la economía, generando un debate crucial sobre la sostenibilidad del crecimiento y el bienestar de los ciudadanos.
El informe «Marco Macroeconómico 2024-2028», publicado por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD), proyecta un crecimiento económico del 5% para el cierre de 2024, junto con una inflación controlada y una tasa de empleo estable. Sin embargo, el ministerio también advierte sobre la posibilidad de que factores externos alteren este panorama optimista. En este sentido, la tasa de cambio representa uno de esos factores críticos que pueden influir en la estabilidad económica del país.
Uno de los aspectos más preocupantes es la proyección de un dólar que alcanzaría los 63.11 pesos en 2025 y los 70.99 pesos para 2028. Este aumento constante en la tasa de cambio no solo afecta a los consumidores dominicanos, quienes ven encarecerse productos y servicios importados, sino que también impacta a las empresas que dependen de insumos extranjeros. La industria local se enfrenta al reto de aumentar sus precios o reducir sus márgenes de ganancia, afectando su competitividad en el mercado.
A pesar de la resiliencia mostrada por la economía dominicana, las autoridades han reconocido que persisten factores de riesgo. La dependencia de las remesas, que aportaron 9,752.5 millones de dólares entre enero y noviembre de 2024, pone de manifiesto la vulnerabilidad económica del país. Si bien es cierto que las remesas tienen un efecto multiplicador en el consumo y en el financiamiento de sectores vulnerables, esta dependencia también puede ser un arma de doble filo si las condiciones económicas en el extranjero cambian drásticamente.
El crecimiento en las remesas y la inversión extranjera directa son indicadores positivos, pero no son suficientes para mitigar el impacto de un tipo de cambio inestable. La presión inflacionaria resultante puede generar un círculo vicioso que afecte a los más pobres, quienes son los que menos pueden afrontar el aumento de precios. En este sentido, es crucial que el Gobierno implemente políticas que no solo busquen estabilizar la moneda, sino que también fomenten la producción local y reduzcan la dependencia de divisas extranjeras.
La situación actual nos invita a reflexionar sobre la importancia de diversificar la economía dominicana. La dependencia de la diáspora y del turismo como principales fuentes de divisas debe ser complementada con un fortalecimiento de la producción interna y la promoción de sectores emergentes que puedan contribuir al crecimiento económico sostenible.
La tasa de cambio del dólar, que ha sido objeto de proyecciones alarmantes, es un tema que requiere atención inmediata y un enfoque proactivo por parte de las autoridades. La estabilidad económica de la República Dominicana y el bienestar de sus ciudadanos dependen de la capacidad del Gobierno para navegar estos desafíos y garantizar un futuro próspero para todos. La resiliencia económica debe ir acompañada de una estrategia inclusiva que priorice el desarrollo interno y la reducción de la vulnerabilidad ante factores externos