AGENDA ORIENTAL, SANTO DOMINGO.
El desplome del techo del Jet Set dejó más que escombros; también reveló el caos comunicacional de una sociedad digitalizada.
En medio del asombro y la preocupación por el colapso del techo de la icónica discoteca Jet Set, un fenómeno paralelo empezó a desarrollarse con igual o mayor rapidez: la desinformación. Videos descontextualizados, rumores sin confirmar, especulaciones morbosas y acusaciones infundadas comenzaron a circular como pólvora en las redes sociales, extendiéndose a la radio y la televisión, eclipsando la tragedia real con una distorsión mediática tan peligrosa como el propio accidente.
En cuestión de minutos, las plataformas se llenaron de “ingenieros” improvisados, “analistas” sin credenciales y ciudadanos armados de opiniones más que de hechos. Se habló de negligencia, de sabotaje, de castigo divino, incluso de montaje, todo sin una sola fuente verificada.
Este tipo de comportamiento revela el lado oscuro de las redes sociales, un espacio donde la inmediatez vale más que la verdad, y donde la tragedia ajena se convierte en entretenimiento para el algoritmo.
Mientras tanto, gran parte de los medios de comunicación tradicionales mostraron una respuesta tardía y, en algunos casos, superficial. Pocos ofrecieron análisis técnicos, reportajes bien estructurados o entrevistas con expertos reales. Esta falta de profundidad comunicacional deja un vacío que las redes llenan, pero con ruido y confusión.
El resultado dio a una ciudadanía desinformada, confundida y, en muchos casos, manipulada por narrativas alarmistas o malintencionadas.
La espectacularización del dolor humano es otra cara oscura que emergió tras el desplome. Fotografías de personas heridas, rumores sobre víctimas mortales (sin confirmar), y transmisiones en vivo desde el lugar con cero criterios periodísticos fueron parte de un show mediático sin respeto al duelo, sin sensibilidad y sin ética.
Este suceso nos deja una lección en tiempos de crisis, comunicar bien no es un lujo, es una responsabilidad. Las autoridades deben ofrecer información oportuna y clara; los medios, hacer su trabajo con rigor; y la ciudadanía, aprender a no compartir por compartir.
Las redes sociales no son el enemigo, pero sí lo son la ignorancia, el sensacionalismo y la falta de criterio. Que el desplome del Jet Set no sea solo un llamado de alerta para la infraestructura del país, sino también para nuestra conciencia colectiva sobre cómo manejamos la información en tiempos difíciles.