AGENDA ORIENTAL, SANTO DOMINGO.
Por: Julio César García Mazara, MA
Con tan solo 37 años y una historia política relativamente breve, Daniel Noboa ha logrado lo que muy pocos en la historia reciente de Ecuador: consolidar su liderazgo con una contundente reelección presidencial. Con el 93,59% del escrutinio, Noboa obtuvo un 55,85% de los votos, venciendo por segunda vez a la candidata de izquierda Luisa González, quien sumó un 44,15%. Este triunfo no solo reafirma su popularidad, sino que también marca el inicio de un nuevo capítulo lleno de promesas, pero también de serios desafíos.
Su primer periodo de 16 meses al frente del país fue todo menos tranquilo. Desde la explosiva violencia de las bandas criminales hasta los prolongados cortes de electricidad, Noboa enfrentó una crisis tras otra. Y sin embargo, logró posicionarse como un líder firme, dispuesto a tomar decisiones arriesgadas y a enfrentar de frente los problemas que otros gobiernos parecían evitar.
El hecho de que un presidente tan joven, con poca experiencia en la política —su único cargo previo fue como legislador—, haya superado estas tormentas y ganado nuevamente la confianza del electorado, dice mucho sobre su habilidad para comunicar liderazgo en tiempos turbulentos. Pero también habla de una oposición que no logró articular una alternativa convincente.
Daniel Noboa no es un político tradicional. Es el heredero de una de las familias más ricas de Ecuador. Su padre, Álvaro Noboa, intentó infructuosamente llegar a la presidencia en cinco ocasiones. Daniel, en cambio, lo logró en su primer intento, y ahora ha sido ratificado por el voto popular. Su formación académica es de élite: títulos en negocios, administración pública y comunicación política obtenidos en universidades de prestigio como NYU, Harvard y George Washington. Su perfil tecnocrático y empresarial lo distingue en una región donde los liderazgos carismáticos muchas veces han estado por encima de la preparación.
En lo económico, Noboa ha apostado por un modelo basado en la inversión privada, la estabilidad fiscal y la reducción del gasto público. Aunque ha recibido críticas por medidas consideradas impopulares, como los recortes o la falta de previsión en la crisis energética, también ha sido claro en su intención de atraer capital externo y promover reformas estructurales.
En el ámbito de la seguridad, su decisión de declarar al país en “conflicto armado interno” en enero de 2024 fue un giro drástico. Permitió que las Fuerzas Armadas y la Policía trabajaran de forma coordinada contra las bandas criminales que tenían bajo control incluso algunas de las cárceles más grandes. La construcción de una cárcel de máxima seguridad y la cooperación con potencias extranjeras como EE.UU. e Israel son parte de esa política de mano dura. Sin embargo, su gestión también ha estado marcada por episodios controvertidos, como la incursión policial en la embajada de México para detener al exvicepresidente Jorge Glas, un hecho que deterioró gravemente las relaciones diplomáticas y generó condena internacional.
Quizás uno de los puntos más oscuros de su mandato inicial ha sido la ruptura con su vicepresidenta Verónica Abad, enviada a misiones diplomáticas en zonas de conflicto como Israel y luego Turquía, en lo que fue interpretado como una forma de marginarla políticamente. Las causas reales del distanciamiento nunca fueron esclarecidas, dejando abierta la puerta a la especulación sobre la dinámica interna del poder.
A pesar de los múltiples frentes abiertos, Noboa ha logrado algo que muchos pensaban improbable: revalidar su mandato con una diferencia contundente. Ahora, con un periodo completo de cuatro años por delante, deberá demostrar que puede pasar de ser un líder de crisis a un constructor de futuro. La ciudadanía ecuatoriana le ha dado su voto de confianza. La gran pregunta es si podrá estar a la altura del enorme desafío que implica gobernar un país fracturado, violento, y lleno de demandas sociales urgentes.
Su juventud, preparación y visión empresarial pueden jugar a su favor. Pero su falta de experiencia, los conflictos no resueltos y la volatilidad del escenario político y social ecuatoriano también podrían volverse en su contra. La historia del segundo gobierno de Daniel Noboa está por escribirse, y será sin duda decisiva para el futuro de Ecuador.