AGENDA ORIENTAL, SANTO DOMINGO
La victoria de Edmundo González en las elecciones venezolanas, reconocida por el Departamento de Estado de EE.UU., ha desatado una crisis política y social en Venezuela, las calles de Caracas son testigo de protestas masivas y una violencia sin precedentes, mientras la autocracia chavista se aferra al poder mediante una proclamación fraudulenta.
La situación ha provocado una condena unánime en América Latina, pero el régimen de Maduro no muestra signos de ceder. Los pronunciamientos internacionales y regionales han sido ineficaces ante la maquinaria de violencia y usurpación desplegada por el chavismo.
La mirada internacional se vuelve hacia Washington, esperando una intervención heroica al estilo del viejo Oeste. Sin embargo, la realidad es más compleja, con EE.UU. absorto en sus propias elecciones presidenciales y congresionales, la crisis venezolana corre el riesgo de ser relegada.
Existen diferentes herramientas a disposición del gobierno de Biden para cambiar el curso de los acontecimientos en Venezuela. Las sanciones económicas, aunque han sido una estrategia común en la política exterior estadounidense, tienen una eficacia cuestionable para lograr cambios reales y duraderos en regímenes autoritarios.
Por otro lado, la justicia estadounidense representa una amenaza real para los dictadores y sus colaboradores, la posibilidad de enfrentarse a condenas severas y la pérdida de bienes es un poderoso disuasivo. El gobierno de Biden ha mostrado su disposición a utilizar la justicia penal como herramienta de política exterior, como lo evidencia el acuerdo con el Palacio de Miraflores para intercambiar prisioneros y exonerar a colaboradores cercanos a Maduro.
Esta estrategia judicial podría ofrecer una salida que desmantele la cofradía en el poder desde dentro, presentando una solución no convencional pero potencialmente efectiva; la pregunta es si estas herramientas serán suficientes para forzar un reconocimiento de la victoria o al menos una negociación.
El futuro de Venezuela es incierto, y el mundo observa con la esperanza de que la justicia prevalezca. ¿Será suficiente la intervención de Estados Unidos para cambiar el rumbo de los acontecimientos? La respuesta aún está en el aire, pero una cosa es segura: la lucha por la democracia en Venezuela continúa.
La comunidad internacional espera que la Casa Blanca tome medidas que reflejen su compromiso con la democracia y los derechos humanos, mientras tanto, la valentía y la determinación del pueblo venezolano siguen siendo la luz que guía su lucha por la libertad y la justicia.