lunes, noviembre 25, 2024

Luis Abinader: la inspiración de su liderazgo y la circulación de una nueva elite de jóvenes políticos

AGENDA ORIENTAL, SANTO DOMINGO

El ascenso y consolidación del liderazgo político de Luis Abinader, coincide con el agotamiento del modelo peledeista de hacer política instalado en el país desde 1996, con una pausa en el periodo 2000-2004 y que se extendió hasta agosto del 2020. Si bien en sus inicios dicho modelo lleno las expectativas de renovación a que la sociedad dominicana aspiró en su momento, su práctica desde el poder defraudó a amplios segmentos de la población nacional, abriendo el camino a la emergencia de un nuevo liderazgo, cuyo perfil conecta más con las expectativas de una sociedad que se cansó del modelo corrupto y que exigía transparencia en la gestión pública.

 

El escenario descrito en el párrafo precedente, hace necesario que definamos el concepto de circulación de elites políticas desde la perspectiva de su rol consustancial oligárquico, en vista de que si algo a atrofiado la consolidación del proceso democrático dominicano en su tránsito de una democracia electoral hacia una democracia más participativa e inclusiva,  es decir de mayor calidad, son los obstáculos que desde el mismo sistema de partidos y las elites directivas, que en palabras del sociólogo Robert Michels en su celebre obra Los Partidos Políticos, argumenta como estas se constituyen en una inexpugnable oligarquía de hierro que tronchan la emergencia de nuevos liderazgos en los partidos. Un ejemplo claro en nuestro entorno lo constituyen la castración del liderazgo emergente de Augusto Lora y Fernando Álvarez Bogaert en el PR liderado por Joaquín Balaguer y el Dr. José Francisco Peña Gómez en el PRD liderado por el Profesor Juan Bosch.

El comportamiento de la lógica oligárquica basado en aspectos vinculados a la psicología del poder que generalmente derivan en las tendencias elitista cerradas a lo interno de la organizaciones políticas y nuestro sistema político no es ajeno a dichas prácticas o ley de hierro de la oligarquía partidaria, afirmando la visión pesimista de Michels, que sitúa dichas elites, como un valladar para alcanzar un óptimo relacionamiento entre militancia y dirección partidaria en sociedades con una herencia cultural autoritaria a la que no escapa la República Dominicana. Sin embargo, la dinámica política de una sociedad vive planteando retos a su liderazgo político, como el que exige la necesaria oxigenación sistémica a partir del aseguramiento de la circulación de las elites directivas como condición sine qua non que asegure la sana competitividad de los liderazgos emergentes.

Situando la presente reflexión dentro de un contexto de convergencia de sistemas y el agotamiento de la ideología, en el caso de nuestro país, que no es ajeno a dicha dinámica, nos permite aquilatar el rol jugado por Luis Abinader, al adoptar un liderazgo perfilado en la lucha contra la corrupción, en la medida en que dicho flagelo alcanzo niveles sin precedentes durante los gobiernos del peledeismo, quienes para justificar la falta de ética en el manejo de fondos públicos, argumentaban que la política no era una actividad de pobres y que la gente era indiferente al tema de la corrupción ya que esta no marcaba en las encuestas como una preocupación de los ciudadanos, sin embargo dicho tema ha sido decisivo en la decisión de los votantes en los dos resonantes triunfos de su candidatura.

 

La impronta de las ejecutorias de Luis Abinader, soportada a partir de una batalla ética de combate a la corrupción administrativa en la esfera pública, le ha permitido consolidar su liderazgos dentro de los sectores no necesariamente politizados de la sociedad, sino que acompaña a un clamor ciudadano de no tolerancia con la corrupción o tolerancia cero como le llaman otros, que ha provocado que en las diferentes encuestas de opinión su figura siempre marca por encima del partido, situación que configura un escenario de enorme validación ciudadana de su liderazgo, permitiéndole erigirse en el árbitro de la sucesión de un proyecto político que conecte con un necesario proyecto de nación, que garantice una ordenada y competitiva circulación democrática de un nuevo liderazgo joven, que represente los valores de una democracia sustentada en la integridad ética y la inclusión social.

El desafío inspirador que representa Luis Abinader  en su calidad de arbitro y el peso ético de su liderazgo, para la nueva camada de jóvenes dirigentes con enorme potencialidades, con nuevas ideas y enfoque basados en la innovación, para que internalicen el compromiso cívico de consolidar una democracia de calidad, que profundice en las garantías de los derechos sociales fundamentales, como la creación de un clima propicio al empleo, la salud, la educación de calidad y la seguridad alimentaria y social, revitalizando la frescura de una nueva representación a lo interno y externo del PRM y del sistema de partidos.

Estamos conscientes del gran reto que le espera a Luis Abinader, de ordenar desde un arbitraje íntegro, transparente, apegado siempre a las disipaciones estatutarias y a la normativa legales que siempre han caracterizado su vida pública, garantizando así, la circulación de este nuevo liderazgo bajo criterios meritocráticos y éticos representado dignamente por: Wellington Arnaud, Carolina Mejía, David Collado entre otros. Dicha actuación colocaría al actual presidente de la República en un sitial reservado a quienes han tenido la entereza de seguir sirviendo al país y a la democracia dominicana independientemente de la posición que ocupen en la esfera pública o privada.

Podemos concluir esta reflexión señalando que, permitir desde el arbitraje del presidente Abinader  la circulación de esta nueva elite de jóvenes políticos comprometidos socialmente con la consolidación del sistema democrático, evitaría cometer errores del pasado partidario que lo llevaron a luchas fratricidas provocando su desconexión con la sociedad, el aspiracional societal es que, con su entrada en escena asumiendo responsabilidades de Estado podamos borrar la brecha de fatiga con la democracia que se observa en otros litorales de la región y del mundo que amenazan a la vida en democracia.

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