AGENDA ORIENTAL, SANTO DOMINGO
Escrito por Luis Álvarez
En la efervescente Kingston, Jamaica, los días 30 y 31 de mayo del año 1989, se celebró el Comité Socialista Internacional para América Latina y el Caribe (SICLAC), donde se congregaron pensadores destacados en respuesta a la crisis política y social que asediaba a América Latina y el Caribe. En el corazón de este cónclave, José Francisco Peña Gómez, líder del Partido Revolucionario Dominicano, se erigió como un baluarte de esperanza.
Con su retórica distintiva y una perspectiva aguda sobre los desafíos contemporáneos, Peña Gómez confrontó los dilemas más urgentes: la deuda externa y su repercusión en la democracia y el progreso regional; su papel protagónico como primer presidente del Comité para América Latina y el Caribe de la Internacional Socialista, fue decisivo en la travesía por las encrespadas olas del diálogo y el consenso.
La era clamaba por transformaciones y soluciones no beligerantes a conflictos arraigados en los Gobiernos de América Latina, Peña Gómez, con su habilidad diplomática innata, persuadió a los asistentes a descartar tácticas belicosas en favor de la vía electoral como el único sendero hacia una democracia auténtica.
Figuras como el primer ministro de Jamaica, Michael Manley, y líderes internacionales, se aliaron en una misión conjunta para respaldar tratados de paz y promover la dignidad humana. Esta conferencia culminó con acuerdos firmes sobre Panamá, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Puerto Rico, Haití y Chile, manifestando un compromiso inquebrantable con la autodeterminación y la equidad social.
En Panamá, se planteó la suspensión del Partido Revolucionario Democrático ante la falta de adhesión a los principios democráticos, se aplaudieron los progresos en Nicaragua y se demandó el cumplimiento de los pactos de Esquipulas en El Salvador.
La resonancia de esta asamblea trascendió las fronteras caribeñas, beneficiando a la República Dominicana al consolidar su estatus global como bastión de la paz y la democracia.
Las lecciones de Peña Gómez son inequívocas: la diplomacia y el diálogo son las armas más efectivas contra la adversidad. Su herencia continúa motivando a nuevas generaciones a forjar un orbe más justo y armónico, pues, nos recuerda que, en medio de la adversidad, la diplomacia y la voluntad de cambio pueden forjar un futuro más brillante para América Latina y el Caribe.