AGENDA ORIENTAL, SANTO DOMINGO
En un encuentro cargado de emociones, memorias personales y revelaciones políticas, la primera dama de la República Dominicana, Raquel Arbaje, dejó claro en el programa especial por los 25 años de «Con Jatnna» que su figura no se limita a lo simbólico.
La conversación, aunque revestida de calidez y complicidad, expuso a una mujer que entiende el poder no como privilegio, sino como una herramienta de transformación social.
Raquel habló desde el corazón, pero también con claridad política. Su concepto de poder es disruptivo: “yo nunca le llamo poder, yo digo el poder de servir”.
Esta definición no es una simple frase de cortesía, sino el eje que ha trazado su agenda como primera dama, creando un gabinete de niñez que ha logrado, según sus propias cifras, reducir en más de un 4% los embarazos adolescentes en el país.
Y aunque la conversación se desarrolló en un tono íntimo, propio de viejas amigas, fue inevitable que afloraran señales claras del trasfondo político de Arbaje. Mostró con soltura sus conocimientos en gestión, recordó su formación académica en finanzas, su rol activo desde joven en mesas electorales, y dejó entrever que ha sido parte estructural del desarrollo político de Luis Abinader, antes y durante la presidencia.
Raquel no rehuyó a temas sensibles, como su decisión de ceder terreno en su desarrollo profesional para concentrarse en la crianza de sus hijas y apoyar la carrera política de su esposo, una elección personal que, aunque tradicional, está cargada de conciencia de clase, género y vocación de familia. En sus palabras, la equidad se construye en equipo, desde el hogar hasta el Estado.
Pero no todo fue pasado. Arbaje dejó ver que su mirada está puesta en el legado, no uno de imágenes o poses, sino de instituciones.
“La oficina de la primera dama no es para eliminar servicios, sino para eficientizarlos”, dijo al referirse a proyectos como el pabellón oncopediátrico y el programa nacional de implantes cocleares. Proyectos que hablan de continuidad de Estado y visión estratégica, más allá del impacto mediático.
Aunque no lo diga con palabras, Raquel Arbaje entiende de poder real: ese que se articula desde la acción política, se sostiene con resultados sociales y se blinda con coherencia personal. En tiempos donde las primeras damas han sido figuras decorativas o relegadas a labores asistenciales, la esposa del presidente Abinader encarna un modelo más político, más gestor, y menos pasivo.
En el escenario donde la ternura familiar se mezcla con la firmeza institucional, Raquel Arbaje va definiendo su propio perfil. Uno que la proyecta no solo como soporte del mandatario, sino como un activo político con vocación pública, temple privado y una narrativa que, sin aspirar a candidaturas, ya está dejando huella.