sábado, noviembre 23, 2024

Robert Vargas: El eterno maestro y su inolvidable legado

AGENDA ORIENTAL, SANTO DOMINGO

Escrito por: Darwin Feliz Matos

Uno de los privilegios que me regaló la vida, fue conocer a Robert Vargas, no al profesor de física y matemáticas del Liceo Ramón Emilio Jiménez, ni al maestro de fotografía de la avenida Fernández Navarrete, sino al apasionado periodista y desprendido asesor honorífico en diversos momentos de la vida.

Durante largo tiempo me correspondió vivir la experiencia más enriquecedora: conocer al hombre sabio fuera de las aulas y entre amigos o desde la silla como cualquier espectador común disfrutando la irreverencia de su fina pluma, su olfato periodístico, que plasmaba en su inigualable crónica con la que nos deleitaba al narrar un acontecimiento en el que, en la conclusión de cada párrafo, nos conminaba a continuar leyendo hasta el final, sin importar lo extenso que sea.

Fue en una acalorada sesión del Ayuntamiento de Santo Domingo Este, donde las copas de cristal volaban por los aires en un pleito entre “representantes” del Concejo de Regidores, en donde pude apreciar a un señor que con una diminuta cámara grababa ese espectáculo sin temor a que una de las copas pudiera impactarle.

Allí conocí ese señor quien luego me convertí en su caloborador permanente luego de mostrarme su periódico impreso “CiudadOriental”, en el que hacía reportajes de las necesidades de los barrios y resaltaba el trabajo de los comunitarios a quienes convertía en protagonistas, muchos de los cuales luego se convertían en líderes políticos y hasta funcionarios electos y designados.

“Tranca” como solíamos llamarnos como todo un maestro utilizaba siempre sus herramientas expresivas con una precisión sensacional, manteniendo en equilibrio los tres pilares fundamentales que justifican la actividad literaria: el personaje, el escritor y el lector.

Robert Vargas fue un consagrado periodista, indomable, subversivo frente a toda injusticia que, durante los denominados «doce años” de gobiernos de Joaquín Balaguer, denunció los atropellos que padecían los dominicanos, lo que le valdría recibir amenazas de los lacayos del régimen, así como ser llevado hasta la misma cárcel de La Victoria.

Fue un sagaz y frontal periodista que escribía con gallardía y sin medias tintas la realidad qué él palpaba, sin temor a recibir amenazas y maltratos de quienes escribía, de igual forma escribía bondades de quienes eran bombardeados por “sicarios” de la pluma, cuyas defensas las hacía sin buscar beneficios.

Robert Vargas, fue amigo leal, quien asumía los problemas de los amigos, como si fuesen suyos, entregaba todo su conocimiento, pero era frontal con quienes traicionaban su confianza.

Odiaba que le mintieran y por ello podría romper una amistad con cualquiera.

Robert no fue una persona aferrada a las cosas materiales y siempre luchó hasta el final de sus días a que las cosas debían ser ganadas en base al trabajo correcto y sin tener que escribir para recibir prebendas o anuncios, por el contrario, mantuvo siempre una integridad inquebrantable.

Su trabajo tesonero y su extraordinaria humildad, le permitieron tratar a las personas con el mismo cariño tanto a los que tenían abundante dinero, como a los “hijos de machepa” que pululan en los barrios a quienes orientaba sin pasarles facturas y algunos convertía en héroes de sus comunidades.

Tuve el privilegio de conocer a Robert Salvador Ramos Vargas, al ser humano, al amigo, al maestro, al padre, al hermano a quien me enseñó a que todas las cosas tenían más de un punto de vista y que por más adversos que sean los tiempos, vendrían tiempos mejores, solo teniendo fe y perseverancia en los propósitos.

Hace ya dos años decidió partir a una morada más cómoda que a éste su amado Santo Domingo Este, al que con su periódico CiudadOriental, le dio una identidad y al que los medios grandes debían leer a diario para saber que acontecía de “este lado”.

Agradezco infinitamente a Robert Vargas el haberme abierto las puertas de tú casa, así como el trato exquisito que me brindaba, al igual que a Cinthia Polanco, esposa abnegada, obediente y fiel, que hasta su último respiro estuvo a su lado brindándote su amor y todo su apoyo, pero sobre todo cumpliendo sus instrucciones.

A dos años de tú partida Maestro, hoy pude despedazar el dolor que nos enmudece ante lo trágico y doloroso, sumergido en un mar de lágrimas que no para de fluir, pude tener el valor de escribir estas palabras que salen de lo más profundo de mi corazón para recordar tu ejemplo y que las futuras generaciones puedan conocerla.

Podré olvidar muchas cosas, pero jamás podré olvidar el legado que impregnaste en mí memoria, de hacer siempre lo correcto y jamás escribir por presión o por encargo para destruir la moral de nadie, recalcándome que, “quien cree que el dinero lo hace todo, termina haciéndolo todo por dinero”.

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